UN MUNDO DE HIPÓCRITAS
Dar voz a lo malo.
"No sé cómo puede existir gente así, la humanidad no tiene futuro. Ayudarme a extender este mensaje para que esta persona pare de una ****da vez".
¿Cuántas veces no hemos hecho viral lo que decimos odiar y detestar, pero nos ha costado compartir lo que nos gusta de alguien?
Parece que es más fácil compartir lo destructivo que lo que construye. O cuesta más extender lo que aporta algo bueno y de valor a la humanidad que tanto decimos que nos preocupa.
Imagina a una chica joven luchando por sus sueños y trabajando cada día para hacerlos realidad.
Esta joven se llama María y quiere que su proyecto empresarial llegue a más personas, quiere que su producto capte la atención del público al que puede ayudar.
Pero para su sorpresa, no es tan fácil movilizar a la gente para algo así. No lo es ni siquiera cuando se trata de algo que puede ayudar a otras personas y, mucho menos, si puede mejorar tu propia vida en caso de que salga bien.
Las cosas malas no requieren mucho esfuerzo para llegar a un gran público, la genta las promociona como si fueran el alimento que sostiene nuestro aliento. Se publicitan solas. Un pesar para María, quien no logra comprenderlo. Aunque no ha pasado lo peor todavía.
Ya no se puede confiar.
María tuvo la mala suerte de confiar un día en la persona equivocada. Atrapada en el embrujo que produce el amor, se animó a grabar un vídeo sexual con su ahora expareja.
Como suele ocurrir muchas veces, no puedes saber cuánto te quieren hasta que todo se rompe. ¡Qué te voy a contar! Pienso que es en la ruptura donde se puede valorar mejor el amor. Por muy paradójico que parezca. Cualquier persona te puede querer en las buenas. No cuesta tanto como su opuesto.
En fin, que la expareja de María no pudo soportar que ella ya no quisiera seguir con la relación, ni que pensara en proyectos y quisiera salir adelante. ¿Quién se creía para hacerlo?
Total, que esta persona decidió compartir el vídeo sexual de María en un grupo de chat. Y por si fuera poco, solo se podía distinguir el rostro de María. Ya he comentado que lo malo se publicita solo, así que, en cuestión de minutos el vídeo de María recorría la red y saltaba de un dispositivo a otro como pólvora.
¿Qué se puede esperar?
Ya os podéis imaginar el drama. En sociedades donde un par de tetas escandalizan más que los casos de corrupción o la falta de valores mínimos para que no se extinga la especie en cualquier momento, ¿qué se podría esperar?
María se sentía devastada. Pero no tanto porque sus tetas recorriesen la red, sino porque no era capaz de entender cómo una persona que alguna vez dijo amarte podía hacerte daño tan deliberadamente.
Sobre todo, ¿cómo era capaz, si ella no lo haría a pesar de haber roto? María no podía digerir tanta crueldad. Ahora, cuando salía a la calle la gente se le quedaba mirando. Unos se reían a escondidas y los demás preguntaban por el precio de sus servicios.
María se sentía muy dolida. Su expareja y todos los que extendían el vídeo apuñalaban su pecho. Por si no fuera suficiente, sacar adelante su proyecto empresarial se complicaba aún más con todo esto. Sacar las ganas de seguir adelante ya lo era.
A ti que me lees: lo que quiero que observes en el caso de María es la manera en que la gente actúa rápidamente cuando se trata de compartir algo que te puede destruir la vida.
Nadie quería saber de María cuando ella trataba de hacer llegar su proyecto empresarial al público. La gente prefiere dar altavoz a lo que es destructivo primero.
Si me lees, María, no es culpa tuya haber confiado en alguien que dijo amarte, ni lo es haber nacido en una sociedad que prefiere hacerte esto. Solo son hipócritas. Intentan apagar tu luz, pero no lo conseguirán si no les dejas hacerlo.
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