POEMA DE METRO QUE NO ES DE METRO
Un Poema de Metro |
▶Escucha el episodio de este post en tu plataforma de podcast preferida◀
▪️▪️▪️▪️
Vivir, cuánto hacemos por vivir, mientras morimos poco a poco, mientras morimos a destiempo. Como yo, ayer y últimamente, cuando cojo este tren que me lleva a no sé dónde, cuando me cambio al metro sin destino concreto o me equivoco y cojo el que no debo, aunque es quizás lo mismo.
Y, entre un andén y otro, o entre transbordos infinitos, pienso en los que ya no están conmigo sin haberlo así deseado, en los que no sé si volveré a ver alguna vez, en los que no se han quedado, en los que se han ido y se han llevado sus sueños y los míos con ellos.
Morir, cuánto hacemos por no morir, mientras malvivimos a cada rato, mientras nos desgastamos por cosas que no cuentan o las que nos han contado que cuentan.
Y así pasa nuestro tiempo.
Y repetimos los ciclos que nos matan sin saberlo, aunque no queramos morir. Aunque queramos vivir, sin saber que nos vamos matando con cada vida que no vivimos. Como yo, cada vez que subo al metro que no es el mío y pierdo el tiempo que no me queda en caminos que desprecio, pero sigo porque me han dicho que es lo que hay.
Y ya no discuto porque no me quedan pruebas de lo contrario. O también soy consciente de irme un poco con los que me dejan, de que ellos se llevan partes de mí que me convierten en otra. O tal vez nadie es en verdad quien cree ser. Porque todos guardamos partes de otros que nos vuelven otros. Porque sólo se puede ser uno si se es uno solo. ¿Y quién, aunque quiera, uno solo es? Yo no, desde luego.
Me quiebra cada adiós que digo cuando ya no puedo, cada letra que escribo cuando ya no debo, cada abrazo que no doy y sé que se ha ido. Cada esperanza que me roba el pesar que, a veces, resulta respirar sin vivir, aunque me esté muriendo sin morir.
Me quiebra que mi vida se escape entre las manos de otros, entre las prisas que me impiden vivir cuando quiero parar sin poder. Como los que se me fueron sin avisar y me dejaron con interrogantes nada más, preguntando si habrá más, si no hay nada más, si es esto nada más.
Me quiebra cada cama de espinas en la que me despierto y en la que sé que jamás encontraré rosas, donde mis pesadillas se tienen que volver amigas, para no acabar con la vida que no tengo. Donde me recupero de resacas causadas por vinos que no he bebido y, me conformo porque cierro los ojos y sueño que duermo.
Me bajo del tren, cojo el metro. Repito el ciclo y la muerte sigue, o se para la vida. No sé cómo, o tal vez sí, pero aquí sigo. De tren en tren, de metro en metro. Repitiendo el ciclo.
0 comentarios