¿Qué sentiste en el viaje? Fue esto.

Las apariencias engañan.

Querido diario viajero, si hoy tuviera que destacar una frase sería que “las apariencias engañan”. 

Llegamos al aeropuerto de Oporto (Portugal) en una tarde cálida de verano. Como es lógico, lo primero que hicimos fue buscar un medio de transporte que nos llevara hasta el centro de la ciudad, donde nos alojaríamos. 

En BASE, última parada para charlar sobre nuestras vidas la tarde antes del regreso.

A medida que nos acercábamos a nuestro destino, la sensación de haber elegido mal la ciudad se respiraba en el aire. 

¿Qué nos podía ofrecer esta ciudad? 

Todo lo que dejábamos atrás parecía lúgubre, sin vida, triste. ¡Nada! Concluimos que habíamos invertido el dinero inútilmente. Pero menos mal, menos mal que, a veces, las apariencias sí que engañan. 

No me voy de la ciudad sin foto del reloj. El tiempo no es infinito. Cada minuto cuenta.

Paseando por una calle colorida de Aveiro.

El jovial conductor nos habló un poco de lo que podíamos esperar (comentó que amaríamos la ciudad, aunque en principio no pareciera ofrecer mucho). Nos dio recomendaciones muy útiles,  fue super agradable y muy buen conversador.

La gestora de una de las instalaciones en las que nos alojamos fue la segunda sorpresa de Oporto. Lo maja que se portó y la forma en que nos recibió, ¡ay, por favor!, si hasta Oporto lúgubre empezaba a verse con más color. Y solo habíamos tratado con dos personas.

Aquí concluí que el amor mueve el mundo. Puentes dedicados al amor.

Querido diario, solo puedo decir que amamos descubrir que Oporto era una ciudad con una marcada personalidad. 

Amamos descubrir la forma random (o no tan random) en que conviven lo antiguo y lo moderno en esa ciudad. Amamos que supiera sorprendernos de las formas más insospechadas, a su gente y la forma tan despreocupada con la que parecía afrontar o vivir la vida. 

Un día de sorpresas por la ciudad.

Amamos cada una de las noches que pasamos en nuestro local de diversión favorito, al DJ y la música inmejorable.

Me dijeron "a ver si te atreves". Y allí estaba yo de prota en el escenario dándolo todo y se sumó una chica que cumplía años el mismo día que yo. Curioso. Fue la mejor noche. Esta foto es más borrosa para conservar mi derecho a negarlo todo jeje.

Amamos las compañías, la forma en que fuimos todos parte, incluso cuando procedíamos de lugares dispares del planeta.

Nos fue tan bien que quisimos hacer una parada de gratitud en esta Iglesia Azul.

Amamos descubrir la mejor cara de la ciudad, que nos robara el corazón y que nos dejara con la sensación de que nos podíamos mudar allí sin problema.

De pensar que nos habíamos equivocado de destino a ya no querer volver a casa. Definitivamente, las apariencias engañan y nos engañaron pero bien.

Capitana Estefy al mando. Rumbo al atardecer más precioso.

Probablemente, mis palabras serán insuficientes para describir lo increíble que fue este viaje. Lo único que sé es que me gustaría volver algún día. 

En la librería más bonita del mundo (Lello) buscando recuerdos de escritora/lectora. Me llevé una edición especial de El Principito.