Voces En Vela, Por Estefanía Mbá. Con la tecnología de Blogger.

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Voces en Vela

-comparto mi forma de ver las cosas y sentir la vida-

Poesia reflexiva
Atrás queda el año 

Atrás queda el año de números gemelos, pero me pregunto si algo ha cambiado con el paso del tiempo. No ha terminado enero y ya he renunciado a lo que me parecía seguro. Primer acierto o primer suicidio, supongo que lo sabré al final del próximo invierno.

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Me sigo levantando eufórica, 

mas me doy cuenta de que pierdo el entusiasmo al rato, cuando veo las piezas del rompecabezas llamado mundo dispersadas en mi suelo. Me saca de quicio más veces de las que anhelo no saber cómo encajar todo.


Ojalá tuviera el talento para engañar al tiempo, ojalá pudiera viajar al futuro para confirmar lo que sospecho: 

vivir es un sinsentido en el que solo repetimos ciclos que nos mantienen atrapados, morir es el misterio que nos mantiene en el ajo. Y todo es un gran truco, pero se ha vendido tan bien que nos parece mágico.


En este momento, me asusta lo valiente que me siento. Pero soy consciente de que mis miedos me dan más miedo y que el arrepentimiento no tiene espacio cuando solo juego con las cartas que me han tocado. A veces tienes privilegios, a veces naces estrellado y tienes que construir una flecha que apunte al cielo con tus pedazos.


Sé que no es sano, pero aún miro al pasado a menudo, para comprobar que no me encuentro en el presente que vivo y que desconcierta no saber lo que aguarda el futuro, aunque me guio por esta voz del yo que grita y me advierte que es la mejor brújula y garantía que tengo. 


Es un año nuevo y creo haber aprendido algo después de tanto. Nada de objetivos para impresionar al resto, nada de objetivos que no habré cumplido cuando el reloj se ponga a cero. Navegar en lo austero cuando toca es lo correcto. Adoptar los hábitos que todos ignoramos por ser pequeños es lo efectivo. 


Y como de costumbre, aún saco el pesimismo escribiendo. Porque lo llevo dentro junto a su opuesto, pero vivir desde el primero es insoportablemente oscuro. Y si la vida ya nos da lo suyo es doble el castigo cuando, además, se flagela el propio organismo.

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Fuente de imagen: Casa África
Hablar de Mbuyi Kabunda.

Estas letras quizás llegan un poco tarde. Pero creo que llegan ahora porque es el momento en que he podido encontrar la suficiente entereza para juntarlas.


A principios de este mes, me enteré de la muerte de Mbuyi Kabunda Badi (3 noviembre, 2022). Me dolió como si se tratara de un familiar muy cercano y me dolió de una forma diferente que no he sabido, ni sé bien cómo explicar. Por eso, desde que tuve conocimiento del suceso supe que acabaría escribiendo sobre el tema. 


Creo que la muerte de Mbuyi me tocó en demasía, porque una parte de mí sabe que es la clase de africanos que siempre ha necesitado y necesita África. No sé si a alguno que me leéis os suena tan siquiera su nombre. Pero si no, no os imagináis cuán grande era el placer de escuchar hablar a este señor. 


Conflictos intelectuales.


Tuve la oportunidad de coincidir con Mbuyi en una conferencia que me regaló un colega. Hoy creo que es uno de los regalos más memorables que me han hecho, porque escucharle hablar resolvió algunos conflictos intelectuales que tenía y me dio bastante claridad acerca de mi propio ser, acerca del verdadero significado de africanidad y acerca de los retos de la humanidad en general. 


Sus palabras me permitieron arrojar luz sobre algunas teorías y paradigmas migratorios que albergaba mi mente y que solo hasta ese momento sentía que alguien más había pensado, compartía, argumentaba y, además, expresaba con tal nitidez que yo no había podido encontrar.


Me tranquilizó y me asombró en igual medida saber que habíamos llegado a las mismas conclusiones siendo que era la primera vez que me enteraba de su existencia. Nunca antes de aquel día había oído hablar de él. Y no me viene ahora a la mente el nombre del fenómeno, pero fue algo como lo que sucede cuando investigadores que no se conocen hacen descubrimientos similares al mismo tiempo y en diferentes partes del mundo. 


Quería saber más.


Desde ese día, me sentí muy conectada con el pensamiento de Mbuyi. Y fue la primera vez que compré libros de un autor tras escuchar sus palabras, porque quería saber más y más.


Aunque suene como un gran atrevimiento poner mis humildes conocimientos a la altura de los de una eminencia sobre el tema como lo era Mbuyi Kabunda, más bien intento expresar la gratitud y la fortuna que siento por haber compartido algunas ideas y espacio en la tierra con alguien como él. 


Aquel día, para terminar su ponencia, Mbuyi hizo hincapié en la necesidad de unión y liderazgo en el continente africano. Porque nosotros, esta generación de jóvenes africanos con miras globales necesitamos un espejo en el que mirarnos. Un punto de referencia que nos sirva de sustento. Y aunque parezca una apreciación simplista y desorbitada a la vez, es una realidad. 


No hay referentes.

Mbuyi habló de referentes. Primero desde el optimismo que no le puede faltar a quien sueña con ver un mundo mejor, pero también con cierto pesar respecto de la realidad que nos ha tocado heredar, propio de quien es consciente de los retos que conllevan los cambios. Tal vez podría hablar más de quién era y podría compartir sus obras y trabajos extensos, pero siento que ya está Google para eso. No obstante, si te interesa pincha aquí.

Muy en el fondo, escribo este post porque para mí era y seguirá siendo un referente. No he hablado nunca de referentes que no fueran de mi entorno familiar en este blog, pero él lo era para mí y hoy he sentido la necesidad de compartirlo. He sentido la necesidad de hablar quizás de lo que significó y representó para mi persona.

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La comodidad de seguir al rebaño

Mi era facebookiana.

Cuando tenía abierta mi cuenta de Facebook, aquellos años cuando aún era la gran cosa, recuerdo que en el apartado de citas tenía una frase: "Se necesita coraje para vivir como se quiere". Esta frase me ha venido hoy a la mente por varios acontecimientos que se han dado en mi entorno más cercano. Y he pensado que estaría bien escribir un poco sobre la cuestión.


No sé si alguna vez te ha dado por pensar sobre lo que vives y lo que te pasa, o si has analizado la vida de tus allegados, y has visto que una decisión diferente en un momento dado habría cambiado radicalmente tu vida o la de aquellas personas observadas, cómo algunas decisiones han sido grandes aciertos y otras desastres sin remedio. Cómo la gente suele anhelar haber podido escoger diferente, cuando tal vez ya es demasiado tarde. Y en algunos casos, no te explicas cómo has acabado en el punto en que estás o cómo esas personas han aterrizado en esas situaciones que no tienen marcha atrás. 


Yo he llegado a la conclusión de que, a veces, queremos vivir de otra manera o tomar ciertas decisiones, pero la responsabilidad que implican nos da mucho miedo y preferimos seguir al rebaño porque es lo más cómodo.


Quizás lo más confortable es sentir que puedes culpar a otras personas de los efectos de las decisiones que tomas, para no decepcionar las expectativas que tienen sobre cómo deberías vivir o, de plano, las consecuencias de tu falta de decisiones. Aunque, en el fondo, no decidir también es decidir.


Se necesita coraje.


¿Cuánta gente acaba viviendo una vida miserable y teniendo un destino lamentable por la presión del entorno? Diría que demasiada. Por eso pienso que se necesita coraje para vivir como se quiere o, mejor dicho, para arriesgarse a vivir como se quiere. Creo que no hay prisión más grande que aquella en la que nos metemos cuando nos atamos con las cadenas de otros. 


La libertad, después de todo, solo la pueden experimentar las personas valientes, quienes están dispuestos a asumir la responsabilidad de su vida y enfrentar las consecuencias  derivantes. Los que  no se refugian en la comodidad que da seguir al rebaño sin el propio discernimiento.

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