En un taller laboral me pidieron que pusiera un título a mi vida.
Así, sin más, como si fuera una película o como si fuera un libro.
Me resultó complicado dar con algo que pudiera resumirme o resumir todo mi universo. Todo lo que se me ocurría poner me parecía parcialmente veraz y poco fiel. Y entonces lo pensé: “Mi vida no tiene título”. Entonces, también lo supe.
El mejor título para mi vida es este:
Una vida sin título.
Escribo sobre etiquetas cambiantes, lo narrativo y lo que hay entre medias.
Porque la vida es blanco y negro, pero también otros tonos.