Escapada a Alicante
Esas pausas que son necesarias.
Estefanía Mbá


Querido diario viajero, si tuviera que utilizar una frase para describir mi escapada a Alicante sería “algunas pausas son necesarias y hay que hacerlas”.
Los días antes de viajar a Alicante, mi cuerpo siente un agotamiento inusual, o tal vez sí que lo reconozco. Hace mal tiempo, a pesar de que está terminando mayo y esto siempre me afecta. No tengo energías para nada, solo aguardo mientras pasan los días y yo deseo que llegue el día.
Dos días antes del viaje empiezo a notar los incipientes síntomas de un resfriado en cada esquina de mi cuerpo y me pregunto si es una señal de algo.
Y por fin llega el día y duermo poco la noche anterior, porque termino de hacer la maleta a toda prisa unas horas antes del viaje.
Intuyo que no me puedo fiar de los trenes de la ciudad y decido pedir un Uber hasta la estación de tren, para llegar a tiempo. Cómo no.
No viajo sola, me tengo que encontrar con mi acompañante en la estación de tren, pero esta persona que siempre es puntual acaba llegando tarde por culpa de los retrasos del tren de cercanías.
Menos mal que he cogido el Uber. "Ya lo veía venir", me digo a mí misma.
Me acabo subiendo a ese tren de largas distancias sola y durante el trayecto empiezo a pensar otra vez en las cosas que no están saliendo como deberían.
Me pregunto si es porque le he contado a demasiada gente sobre esta escapada, cosa que rara vez hago, pero también ronda en mi cabeza esta idea que me lleva guiando desde hace rato: "No hay mal de ojo más grande que TU PODER".
Llego a Alicante y en la ciudad está lloviendo a cántaros. “¡Menuda bienvenida!”, exclamo hacia mis adentros. Pero también sé que mis ancestros habitan en la lluvia, o eso me dijeron y creyeron mis mayores, y siempre es buena señal.
Intento encontrar una farmacia cerca de la estación de tren para aliviar el malestar del resfriado que ahora es innegable, pero fracasan mis esfuerzos. Así que tomo el transporte hacia el apartamento que hemos escogido.
Una vez en el bus pregunto por el precio del billete, hay demasiados carteles para leer rápido, nunca se me ha dado bien. El conductor no dice nada a tiempo, mientras intento sacar mi cartera del bolso y hacer malabares con mi equipaje inestable entre mis piernas.
A unos metros me contesta amable una chica: "1.45€". Agradezco su generosidad y el alivio que me acaba de regalar. Justo después intenta pagar ella, pero ninguna de sus tarjetas de bus ni bancaria parecen funcionar.
Mientras busca ansiosa entre sus cosas, supongo, para ver si lleva efectivo, le extiendo un billete al conductor para que me cobre también su boleto. Ella me agradece el gesto con una sonrisa, deduzco que aliviada como yo hace un momento. "Es increíble lo que pueden unas monedas afectar nuestra tranquilidad", pienso para mí misma, querido diario viajero.
Tengo suerte y lo primero que veo al bajar del bus es una farmacia. Pido unos sobres para el resfriado y pasta de dientes. Me atiende una chica maja y acaba consiguiendo que me lleve unas vitaminas que supuestamente le harán mucho bien a mis defensas.
En pocos minutos llego al apartamento y me dispongo a desempacar. Y casi 4 horas después, al fin llega mi acompañante y por fin comienza oficialmente esta escapada. No salimos esa noche, me recomienda descansar para amanecer con energía. Cenamos en casa y nos ponemos una peli antes de ir a dormir.
Querido diario viajero, al día siguiente Alicante amanece soleada y yo con más energías. No madrugo, porque lo detesto con todas mis fuerzas y mucho menos si estoy de vacaciones.
Mi acompañante es lo opuesto en este sentido y quedamos en vernos por la ciudad a la hora de comer y empezar a explorar los rincones. Doy paseítos agradables por zonas verdes y bonitas antes de encontrarnos.




Querido diario viajero, lo único que puedo decir es que los malos presagios se quedaron en la estación, porque disfruté mucho de este viaje y tuve la oportunidad de conocer otras facetas de mi acompañante. Viajando se descubre mucho sobre la gente con la que vas.
Me enamoré de Alicante, de su historia y de su gente. Dudo que los detalles en letras puedan recoger de manera fiel mi experiencia en esta ciudad. Espero las imágenes ayuden a acercar su belleza.






Recorrimos las calles alicantinas y a mí personalmente me gustó saber la historia detrás de lo que parecen detalles insignificantes y del hecho de que la mayoría de los edificios se vean como de obra nueva. Algunos lo describen como arquitectura sin encanto, pero en realidad es un símbolo de resistencia.
Me gustaron las vistas desde distintos puntos altos y bajos de la ciudad y me resultó curioso encontrarme muchos gatos en la calle durante el viaje, así como conocer otro sistema de alarma de otras épocas plasmado en nada más y nada menos que en las tuberías y descubrir refugios antiaéreos, entre otros.










No me voy de la ciudad sin la foto de un reloj. Estos dos relojes son del mismo edificio, parte delantera y trasera. Y tienen un número romano mal escrito. Recuerda: "El tiempo sabe a personas. Encarna las cualidades de quien nos acompaña. Dulce en presencia de gente agradable y amargo si en pésima compañía. Y nosotras elegimos qué sabor le queremos dar a nuestro tiempo".
Librería o editorial de referencia: Mi libro viajero me encontró en una tienda ambulante cerca de la playa. Costó 1€ y me regaló una cita: “Primero descubre lo que quieres ser; luego haz lo que tengas que hacer”. ¿No es significativa?
Punto de gratitud: Varios. Mención especial a la Iglesia de la Santa Faz y la Iglesia de San Pedro y San Pablo de Tabarca donde hice peticiones especiales.
¿Cuál será la siguiente parada?




Querido diario viajero, pasamos un día en la Isla de Tabarca, que es una reserva natural marina. Comimos, bebimos y nos relajamos viendo sus pequeños grandes encantos después de encontrar al fin un restaurante en el que hubiera más personal para la cantidad de demanda...
Es posible que mis palabras no sean suficientes para expresar todo lo que ha significado este viaje, pero me ha hecho creer en la reconstrucción como algo real.
Querido diario viajero, tal vez estas no son fotos de revista, pero representan algunos de los momentos más transformadores que he tenido.
Y yo quiero dejar este escrito, para que si alguna vez vuelvo a leerlo, me recuerde el ave fénix que llevo dentro. La posibilidad de renacer de mis cenizas o reconstruirme las veces que haga falta y aún verme hermosa y erigir con fuerza como Alicante.












































Subimos al Castillo de Santa Bárbara y durante el trayecto escuché historias de amor trágicas y creo que vi un fantasma.


















A veces, la fantasía se parece mucho a la realidad y viceversa. Asistimos de manera inesperada a un concierto de música religiosa en la Plaza de la Explanada de España. Estuvo un rato entretenido y sentí cosas bonitas. Pasamos la tarde en la Playa del Postiguet y yo solo podía pensar en lo bello que es vivir, en esas pausas que son necesarias y que hay que hacer.








Y, por supuesto, como en todos los viajes hice la parada de gratitud. Bueno, en realidad varias paradas de gratitud. Este viaje acabó siendo más espiritual y emotivo de lo previsto y salí con la fe renovada de esta linda ciudad. A mi acompañante se le hizo realidad el milagro en poco.











