Milán de casualidades

Mi viaje del latido a la ciudad de las sincronicidades.

Estefanía Mbá

Querido diario viajero, si tuviera que elegir una frase para resumir mi viaje a Milán (Italia) sería “la casualidad no existe”, aunque para mí fue un viaje lleno de “casualidades”. ¿O debería decir sincronicidades? Milán fue el viaje del latido, en realidad no estaba del todo entre mis opciones. Pero cuando pensé en dónde hacer un viaje en solitario, por alguna extraña razón sentí que tenía que ir a Milán. Y así lo hice.

Mi primera experiencia en la ciudad fue estresante. Encontrar el alojamiento (que no quedaba muy lejos del centro) resultó más complicado de lo esperado. Llegué 2 horas más tarde de lo estimado, cuando había previsto tomar 30 minutos como mucho. Sí, llegué. Y todo el estrés desapareció. Sobre todo, porque la ubicación del alojamiento era una maravilla, quedaba a cero metros del canal Navigli y fue todo un acierto.

Caminar viendo esa preciosidad y estar rodeada de un hermoso parque verdoso resultó ser de lo más relajante. La elección del alojamiento todo un 10. Me duché a gusto y logré dormir tan a pierna suelta que se me olvidó que no estaba en casa. Y, en cuanto me desperté, sin mucho esfuerzo había hecho un amigo que me puso bien al día. Coincidir con esta persona fue una bonita "casualidad".

Visité Milán a mi ritmo, pero logré ver todo lo que tenía anotado. Entre las cosas que llamaron mi atención están lo fashion y artística que es la ciudad. Describiría Milán como un poema que evoca diferentes sensaciones: dulces, amargas y agridulces. Pero no deja indiferente. Y esto lo descubrí hablando y tratando con diferentes personas.

También me llamó la atención ver demasiadas motos y bicicletas y me pareció que el metro era bastante rápido y puntual. Querido diario viajero, por algún motivo me perdí varias veces en esta ciudad y esto que, en principio, parecía desafortunado, al final me hacía llegar sintiéndome afortunada. Entonces pensé que tal suceso era una metáfora de la vida misma.

A veces, no es tanto llegar al destino o a la meta. Son las experiencias que tienes en el camino las que hacen la vida más memorable. Algunos llegan antes sin apenas obstáculos. Otros se tienen que perder varias veces antes de encontrar su rumbo y los hay que ni siquiera empiezan el trayecto por cualquier circunstancia. Pero ese es el detalle y esa dicotomía es la esencia misma de la vida.

Como era un viaje de introspección, "casualmente" encontré la respuesta que buscaba estampada en un cartel de la librería de la moda. La respuesta que buscaba: "My time, my life, my way". También quiero reproducir la frase publicitaria de una óptica con la que me topé cuando salía de mi parada de gratitud y que me pareció muy top: "No te preocupes si los demás no te aprecian. Preocúpate si no te aprecias a ti mismo". Por otra parte, visitar uno de los cementerios más bellos que he visto me hizo pensar que algunos muertos son más afortunados que muchos vivos. En fin, de esas cosas que te hacen pensar en dónde acabarás cuando seas solo polvo.

¿Quién diría que Milán daría para mucha introspección? Los viajes así se asocian más a las meditaciones con monjes tibetanos o al aprendizaje de nuevas posturas de yoga en un centro hindú. Mas, contra todo pronóstico, en ocasiones funciona lo que es menos intuitivo.

Querido diario viajero, estas no son unas fotos de revista. Pero representan los momentos más significativos para mi crecimiento personal. Dejo este post para recordarme, si algún día vuelvo a leerlo, que los sueños se cumplen y las creencias eventualmente acaban en creaciones.

No me voy de la ciudad sin foto del reloj. Recuerda: cada cosa tiene su tiempo.

Librería visitada: Rizzoli. Por su ubicación es para mí la librería de la moda. Recuerdo de escritora de la librería Libraccio: El príncipe de la Niebla.

Parada de gratitud en Milán: la Basílica de Sant Ambrogio que figura en la foto del carrusel.

¿Cuál será la siguiente parada?