No lo entiendes, lo harás

Estefanía Mbá

En esta noche en vela, me ha dado por pensar en la magia que se oculta en el por qué del suceder de ciertas cosas. Son las 02:18 am cuando escribo esto y el sueño no se asoma por ningún lado, así que mi cabeza explora su propio mundo y campa a sus anchas.

De fondo suena la canción ‘Try’ de P!nk y justo dice algo tipo:

“Donde haya deseo habrá una llama y donde haya una llama alguien estará sujeto a quemarse. Pero quemarse no implica morirse. Habrá que levantarse e intentarlo”.

La letra me hace sentido y pienso en la ironía del juego de palabras cuando habla de llamas y de quemarse, porque a estas horas en mi ciudad estamos a 26°C y cada vez que el aire se apaga parece que me estoy abrasando.

Hago caso a la sugerencia de la canción. Hay que intentarlo.

Se me ocurre que llevo bastante tiempo sin compartir algo en este boletín y que este podría ser el momento de volver a escribir unas voces en vela.

Te lo cuento.

Hace unos años me postulé a un par de ofertas de trabajo. Eran atractivas, de hecho. Que yo recuerde, de las pocas oportunidades profesionales más interesantes que se me han presentado hasta ahora.

En principio, las cosas pintaban bien. Buena combinación de factores que se alineaban con mis aspiraciones vitales de ese momento. Pero para no hacer este cuento largo: las cosas no salieron bien (o eso parecía entonces).

En una oferta me descartaron en la fase final del proceso, por unas razones ridículas y poco justas. Todo sea dicho. Pasé el proceso de selección de la otra, pero acabé rechazando el puesto por razones que considero más que justificadas. Como dice el dicho, no todo lo que brilla es oro.

Pero no te voy a mentir, en ese momento no entendía cómo cuestiones que tenían toda la pinta de acabar bien se habían truncado de la forma en que lo hicieron.

Sin embargo, como ya había entrado en ese periodo de mi vida en que no fuerzo ciertos asuntos cuando se complican innecesariamente y solo agradezco y sigo adelante, al principio todo me sorprendió, pero luego lo dejé pasar sin demasiado pesar.

Hoy, casi tres años (o más) después, mi gratitud por no haber acabado en alguno de esos puestos se ha multiplicado. Solo hasta hoy he entendido la verdadera razón de que se truncara todo aquello.

Haber accedido a alguno de esos puestos habría desencadenado otras situaciones que en la actualidad habrían causado una de las tragedias más grandes que haya experimentado en mi vida.

¿Qué podría tener de malo un puesto de trabajo atractivo?

No es que los puestos tuvieran algo malo en sí, pero yo habría tomado decisiones que habrían hecho posible el infortunio. Nos vamos a ahorrar los detalles que nadie necesita saber.

Es curioso cómo solemos pensar en el rechazo o el “fracaso” como lo peor de la vida, cuando en realidad ese “NO” que nos dan o tenemos que dar, precisamente, nos está salvando la vida.

Cuanto más mayor me hago, más practico lo de fluir con la vida (I'm being water, my friend). Sobre todo, más me dejo guiar por el corazón y más respeto mi intuición.

Al ser humano le han enseñado que la intuición es inferior a la razón. Pero conforme me hago mayor y aprendo a escucharme, también me pregunto porqué había tardado tanto en hacerlo.

Creo que la intuición sabe muchas cosas que la razón todavía no ve, ni entiende. Y es curioso cuando todo parece lógico, razonable y nada te da motivos objetivos para desconfiar, pero algo dentro de ti grita que huyas.

Grita que no has de aceptar. Que algo que parece inofensivo en realidad no te hará bien. O grita que no es el momento.

Pero claro, como tú quieres ser una persona que solo usa la cabeza y hace caso a la razón, apagas o ignoras esa voz interior. ¡Y pam! Después descubres lo que tus ojos no veían, pero tu corazón ya sabía mucho antes de que existiera.

Hoy, más que ayer, me maravilla la magia que se oculta detrás del por qué del suceder (o no suceder) de algunas cosas.

Thank you vida por tu sabiduría.