¿Qué es un hogar?
Estefanía Mbá
Sujeto mi primer libro, Voces en vela (2021) y empiezo a pasar sus páginas de forma aleatoria. No sé muy bien lo que busco, pero de pronto, me detengo en un escrito. Es la voz número XIV titulada “Todo pasará”.
Recorro por encima esas letras del pasado y aún me reconozco en ellas.
Es más, me viene a la mente la razón por la que las escribí y para quién las escribí.
Siempre he pensado que las letras que dejamos plasmadas dicen algo de quienes somos en cada momento.
Me detengo en un punto y me leo: “Amor, todos tenemos heridas que sanar y cicatrices que nos las recordarán. Te presto el hogar que hay en mis brazos. Sé que te han dañado, pero ahora te cuesta hablarlo”.
Hogar, esta palabra retumba en mi cabeza y agita mi mente.
“¿Qué es hogar?”, pregunto sin responderme.
Cierro el libro y abro mis notas del móvil, para reflexionar al respecto.
Mis ojos se detienen un instante en la nota del 10 de febrero de 2023, la hora que marca es 18:00 pm. No puedo creer que haya pasado un año.
Leo el escrito. Contiene anotaciones de una conversación que había tenido con mi hermana mediana. Me gusta apuntar aspectos de ciertas conversaciones, porque con el tiempo tendemos a olvidar algunas cosas y sentimientos que no han de olvidarse.
La nota en cuestión dice que comentamos sobre la idea de mudarnos (otra vez) en un futuro (sin fecha exacta), lo hablamos como algo seguro: “No sabemos cuándo, pero sabemos que lo haremos. Sabemos que es posible volver a hacerlo”.
Hay otra nota justo debajo y es de la misma conversación un año después. Justo el 8 de octubre de 2024 a las 01:46 am anoté que habíamos decidido mudarnos, pero esta vez contemplamos la idea de cambiar de país.
Pienso en lo que nos llevó a mantener la misma conversación un año después y recuerdo que es la sensación (o falta de sensación) de hogar.
Nuestro último cambio de ciudad no fue fácil al principio, dimos un salto casi al vacío arriesgando todo lo que teníamos y empezamos de cero, casi sin nada.
Ya nos iba gustando vivir en este lugar. Pero para ser honesta, a pesar de que algunas cosas están mucho mejor que años atrás, aún no hemos terminado de asentarnos y, a veces, nos sentimos un poco en el limbo.
Como flotando, sin gravedad que nos sirva de calzo. Como sin sostén.
Durante un buen tiempo pensamos que este llegaría a convertirse en nuestro hogar definitivo, que podíamos explorar el mundo y siempre volveríamos a esta ciudad, a España.
Sin embargo, especialmente 2024 ha acentuado la sensación de que nuestro hogar está en otra parte. Quizás en otro país. Tal vez lejos de aquí. Pero de momento, ni siquiera puede serlo el lugar de nacimiento.
A estas alturas del camino y en esta noche en vela, lo que tengo claro es que cuando haya llegado a ese sitio lo sabré, porque intuyo que me sentiré en descanso.
Me sentiré tranquila, seguramente sin ganas de seguir buscando.
Lo que también tengo claro es que si tengo que explorar el mundo entero lo haré y si lo recorro con mis mujeres, mis hermanas de corazón y del alma, todo estará bien. Porque ellas también son un hogar para mí.
Algunos días, cuando todo se vuelve oscuro y parece que no hay salidas y mi esperanza se escapa, ellas hacen que tenga fe, que me levante y vuelva a creer en un mundo lleno de posibilidades.
Ellas hacen que quiera ser mi mejor versión, porque todo es más llevadero cuando te rodeas de las personas que sacan lo mejor de ti.
Hago memoria y me doy cuenta de que casi todas las veces que pienso en grandes ambiciones materiales y espirituales suele ser porque me gustaría dar a las mujeres que me rodean lo mejor de la vida y de mí.
Porque se lo merecen y porque es recíproco.
La sola idea de pensar que cuento con ellas me aporta tranquilidad.
¿Y cuál es la función primordial del hogar, si no la de aportar paz y cobijo?
Un hogar te hace sentir que tienes refugio y que estás a salvo.
El hogar es amor y me parece que pocos privilegios hay más grandes en la vida que saber y sentir que te aman bonito.