Toxicidades compatibles
Estefanía Mbá
Esta noche en vela, me he puesto a escrolear en Tik Tok y lo primero que he visto ha sido el vídeo de una psicóloga hablando de lo desgastada que está la palabra tóxico/a, al parecer la utilizamos para cualquier tipo de relación entre personas. Me vas a perdonar que ahora ni siquiera me acuerde de su nombre, por lo menos me he quedado con el mensaje.
Según la psicóloga, actualmente consideramos cualquier incompatibilidad como toxicidad. Es decir, una persona puede no ser tóxica, sino que ciertos rasgos de su personalidad, cualidades y forma de pensar sean incompatibles con los nuestros. De este modo, esa misma persona sería, por así decirlo, ideal para otra persona por las características compartidas. Y yo diría que por no tener toxicidades incompatibles.
Pienso que en el fondo es un poco lo mismo, pero dicho con otras palabras. Porque cuando decimos que una persona es tóxica, en realidad lo que pensamos es que no nos hace bien o no nos haría bien.
La incompatibilidad que nos resulta dañina la simplificamos como tóxica. Y tal vez por ello parece que la palabra se ha pervertido de tanto usarla. Si es que el sentido mismo de esta permite tal expresión. Pues, ¿acaso es más letal lo perverso que lo tóxico?
Más allá de si estoy de acuerdo con su forma de exponer los hechos o no, lo que sí comparto es que en cierto punto de la vida es muy importante saber con qué o quién no eres compatible. Y justo de mi postura en relación a este aspecto quiero comentar un poco también.
En concreto, considero que las compatibilidades no son inamovibles, ya que las personas somos seres cambiantes. Quizás cuando era más jóven pensaba de cierta forma respecto a ciertas cosas, situaciones o personas. Y a día de hoy mi perspectiva frente a lo mismo ha cambiado.
Por ejemplo, mi yo más joven pensaba que no hacía falta decirle a la gente que hiciera ciertas cosas, porque, por su naturaleza debían saber que es lo que tenían que hacer. Pero con el tiempo eso ha cambiado. Pienso que nadie puede leer nuestra mente y saber cuáles son nuestros deseos.
Ahora prefiero partir de la base de dialogar sobre las cosas y dejar claro lo que espero de cada cual, porque también entraña cierta madurez.
En el presente, me cuesta verme compatible con una persona que no sabe decir lo que quiere o espera de mí. Porque, por muy buena que sea mi intuición, no lo puedo adivinar todo. En este sentido, la gente que no dice lo que quiere y espera que yo lo adivine, me resulta tóxica y me consume a nivel mental.
Ya no tengo la paciencia suficiente para lidiar con el run-run cerebral que supone tratar que alguien adivine lo que quiero o yo adivinar lo que esa persona quiere o espera de mí.
Dialogar me parece un acto que saben ejercer las personas que han trabajado en sus emociones y han madurado en muchos aspectos, en el mejor sentido de la expresión.
Así que, ya que estamos hablando de decir lo que queremos: he escrito un libro sobre el amor que no es tóxico y te invito a leerlo. Se titula La Despedida y está disponible en Amazon. ¡Gracias!