Ventajas de ser mediocre

Estefanía Mbá

En esta noche en vela, estoy pensado en las ventajas de ser mediocre y lo quiero compartir.

El diccionario de la RAE ofrece dos acepciones referentes a la palabra mediocre. La primera es "de calidad media" y la segunda es "de poco mérito, tirando a malo". Dudo mucho que estas acepciones le hagan pensar a quien las lee en cosas positivas. Incluso cuando la primera objetivamente podría suponer un término medio, en nuestras mentes, en el fondo estamos pensando en la segunda definición.

Nadie, o muy poca gente considera a alguien o algo mediocre como aceptable o positivo. Más bien lo utilizamos como un término despectivo. Y la consecuencia de esto es que evitamos ser consideradas como tal. Pero le he encontrado ventajas a la mediocridad y las voy a explicar desde mi perspectiva.

¿Qué ventajas tienen los mediocres?

Muchas, pero hablemos de unas tres claves:

1. Nadie espera mucho de ti.

En principio, que no se espere mucho de ti puede parecer una desventaja, pero en realidad es un comodín si lo ves de ese modo. La razón es que cuando se espera poco de ti, cualquier acción excelente que realices es aplaudida, destacada e incluso premiada, a diferencia de lo que suele ocurrir cuando siempre intentas ofrecer excelencia.

Suele llegar un punto en que la gente ni siquiera es consciente del esfuerzo que supone ser excelente o sencillamente hacer las cosas bien, cuando vives en un mundo que te incita constantemente a hacer lo contrario.

La excelencia en alguien que siempre la ofrece se normaliza, pero a la primera que falla, tal parece que nunca hubiera hecho algo bien. Se penaliza mucho el fallo de la persona excelente constante, como se premia en exceso el acierto de la mediocre recurrente.

Lo último puede causar varios efectos, de los cuales dos son los que quiero destacar:

El primero es que la mediocre piense que compensa ser mediocre, pues, basta con realizar de tanto en tanto una acción excelente para mantener a la gente contenta.

Lo anterior no quita que, curiosamente, esta persona se pueda sentir alentada y quiera realizar tales actos para sentir esa gratificación y volverse al final excelente.

Pero no siempre sucede. Es como la pareja que te maltrata durante semanas y, un día, sin esperarlo te trae un ramo de flores o prepara tu comida favorita. Aprecias de más ese acto y hasta buscas justificaciones que expliquen por qué se portó de forma vil y cruel en primer lugar.

El segundo efecto es que la persona excelente piense lo mismo respecto a su condición.

"¿De qué sirve haberme esforzado tanto si me crucifican por un error?" Un error, un fallo le ha costado demasiado, si no todo, a muchas personas que lo venían haciendo todo bien. Y repito, no ponen facilidad de hacer las cosas bien en esta vida. Más pareciera que las cosas están hechas de tal forma que la intención es corrompernos a todos. Quien es excelente también acaba pensando que es mejor o compensa más dosificar la excelencia.

2. Tienes menos presión.

Quien es mediocre, por lo general sabe que no tiene más o mucho que perder y, ¡ojo!, esto es algo que, por muy banal que parezca llega a ser un factor motivador muy potente, ya que quita mucha presión del exterior.

Cuando no temes perder tienes más valor para intentar las cosas. Por eso, en muchos casos vemos que personas por las que nadie hubiera dado un duro acaban sobresaliendo.

Para lograr ciertas cosas valiosas en la vida es importante saber correr riesgos e intentar hacer.

Pocas cosas paralizan a las personas como el miedo a fallar. Pero si nadie espera que aciertes en primer lugar, ¿qué puedes perder?

Lo opuesto pasa con quien nos acostumbra a los aciertos. La presión es brutal y las expectativas ajenas pesan como piedras sobre sus hombros y se transmiten de tal forma que, parece, solo son personas valiosas si nunca fallan, si nunca nos decepcionan.

Esto conduce o puede conducir a un miedo excesivo a errar, a tomar riesgos (incluso si son necesarios), un miedo excesivo a fallar. Un miedo que, en definitiva, enquista.

Por eso, muchas veces, personas a las que augurábamos un futuro brillante acaban apagándose con el tiempo y nos quedamos preguntando qué ha pasado.

3. Libertad de elección.

Esta ventaja está algo relacionada con la anterior. Cuando la gente siempre ha esperado o espera poco de ti, de algún modo eres libre de definir qué quieres hacer y quién vas a ser. Y lo haces con mayor flexibilidad.

No sucede lo mismo con las excelentes. Voy a poner un ejemplo de algo que habrás notado: me refiero a los típicos estudiantes que sacan la puntuación máxima en las pruebas de selectividad.

Cuando alguno de estos decide que va a estudiar una carrera artística o poco lucrativa a nuestros ojos, se ve como un desperdicio. Poca gente concibe que su aspiración en la vida puede no estar relacionada con estudiar una carrera o ir a la universidad.

Para esa gente, el haber sido estudiante excelente implica que debes formar parte de la élite social, tener poder, mucho dinero, en resumen, un estatus. Y no digo que esté mal tener estas cosas, pero esa gente no entiende que puedes aspirar a tener un éxito diferente a lo que la sociedad dicta como tal. Y se encargan de hacer que te sientas un fracaso si decides no seguir un camino convencional o el que creen que debería ser para ti.

He llegado a la conclusión de que vives mejor si sabe escoger cuándo y con quién ser excelente y, cuándo y con quién lo opuesto.

Aunque diríamos la mayoría que no es malo contar con lo excelente o que hace falta gente y profesionales excelentes. La pregunta es: ¿Contribuimos para que compense serlo?